Conversamos con la poeta e investigadora Silvia Mellado sobre su último libro de poemas que tiene como escenario al río Limay y también sobre el rol de las voces poéticas mapuches en la actualidad.
Silvia Mellado es poeta, docente e investigadora del CONICET. Como investigadora explora la literatura que se escribe en la Patagonia argentina y en el sur chileno, y la lengua y la poesía mapuches. “La poesía es una zona de desboque”, define sobre su trabajo como poeta.
Es autora de los poemarios Celuloide, Acetato, Moneda nacional, Pantano seco y La ficción de la poesía. Entre sus muchas publicaciones sobre literatura se encuentra La morada incómoda. Estudios sobre poesía mapuche: Elicura Chihuailaf y Liliana Ancalao ; los capítulos "Redes de escritores del siglo XX en Patagonia: Centro de escritores patagónicos", "Las voces del sur: el espejo de las lenguas", y los artículos "Lenguas kuñifal: pasajes entre el mapuchezungun y el castellano en Elicura Chihuailaf, Liliana Ancalao y Adriana Paredes Pinda"; "Notas sobre Coirón y Bordes, lindes y transacciones en la poesía del sur: aproximaciones a Los fronterantes de Ariel Williams".
Su último trabajo como poeta es Cantos limayos que incluye 43 poemas breves con el río Limay como inspiración. El libro obtuvo el Premio de Poesía Storni 2021, otorgado por el Centro Cultural Kirchner. El jurado –compuesto por los poetas Graciela Cros, Osvaldo Bossi y Estela Figueroa– remarcó la poética de Mellado: “la precisión de la lengua que, entregada a las distintas formas del paisaje, nos ofrece la visión de otro mundo, que es éste. Por momentos, se acerca a la poesía oriental, tal es el distanciamiento y la precisión de las imágenes, donde el yo se confunde con el paisaje”.
Contaste que “limayo” es un juego, una conjunción de palabras entre Limay, el nombre del río, y Pelayo, el nombre de tu papá ¿Cuál es el punto de encuentro entre estos dos nombres?
Se relaciona con el contexto de escritura del poemario. Escribí buena parte de los poemas entre 2019 y 2020, justamente años en los que transité el duelo por la muerte de mi papá. Se sumó al duelo, la pandemia. En los primeros meses de restricciones y medidas que tomamos para cuidarnos, comencé a caminar más cerca de mi casa, vivo cerca del río Limay. Aproveché las salidas recreativas y las convertí en esa pausa necesaria, la suspensión de la rutina de los trabajos, incluido el doméstico que, además, se superpusieron más que nunca. Creo que de algún modo esas caminatas comenzaron a transparentarse en la escritura: algo de la contemplación del lugar, la introspección en relación con el agua, los árboles, los pájaros. Por eso, cuando pensé un título para el libro inventé una palabra, limayo, que aglutina el nombre de mi padre y el nombre del río.
¿Qué características tiene Cantos limayos?
Son poemas breves, a diferencia de lo que venía escribiendo. A veces me lo explico como un trabajo de poda, lo anecdótico quedaba fuera, busqué otro tipo de precisión, también quería apostar por la belleza, la reconciliación, afirmarme, por más que suene contradictorio, en el ciclo de las plantas, del aire, el agua. Y lo que terminó de sellar esa búsqueda fue un pedido específico de mi amigo poeta Gerardo Burton hacia fines de 2020. Para uno de sus afiches que hace desde La cebolla de vidrio, Gerardo me pidió si podía escribir algo en diálogo con un hexagrama del I CHing, lo cual me llevó a charlar con él y a leer, consultar sobre “poesía china”.
Recibiste el Premio Storni de poesía por este trabajo ¿Qué significa para vos este reconocimiento?
Significa, en primer lugar, un impulso muy importante, que agradezco mucho. El concurso adquirió una dimensión inusitada por la participación de más de 2000 obras de poetas de diversas edades y de diversos puntos del país, además el jurado fue conformado por poetas de inmensa trayectoria. Hubo también un ‘premio del premio’ que fue la repercusión que tuvo en el ámbito regional. Disfruté mucho la alegría con la cual se recibió la noticia.
Participás de espectáculos o performances colectivas multidisciplinarias ¿cómo son esas experiencias? ¿qué te aportan? ¿influyen en tu poesía?
La posibilidad de generar y participar en espectáculos de poesía y otras artes, lecturas o intervenciones colectivas me permitió experimentar de otro modo, por ejemplo, la puesta en voz de los poemas. También, las charlas y los intercambios con poetas, y artistas en general, son momentos importantes para mí porque me permiten compartir búsquedas. Están siempre las sugerencias de lecturas; compartir experiencias que llevan a una mayor reflexión sobre la creación propia. Hay potencia en lo colectivo, sobre todo en las conversaciones y en la escucha/lectura de los que escribimos, que a la larga transforma lo que hacemos.
¿Hay una interrelación entre tu trabajo como investigadora del CONICET y tu trabajo como poeta?
Creo que sí hay correspondencias mutuas sobre las cuales debería reflexionar más, explorarlas. A veces, en lo temático, se dan de manera deliberada y otras de modo más inconsciente. De algún modo lo que leo y estudio también aparece en la escritura creativa y lo hace, ya sea por intereses específicos, o porque todo lo que leemos abona –como lo hace todo lo que nos atraviesa— y contornea nuestra experiencia, la manera de ver, de posicionarnos. Ahora bien, la escritura de los poemas y la de los artículos académicos es bien distinta. La primera es una zona de desboque. Sin embargo, ¿por qué y en qué se tocan? ¿hay algo de la rigurosidad, de la búsqueda de precesión que las asemeja? No sé, me dan ganas de pensarlo mucho.
En tus trabajos como investigadora has trabajado con la obra de poetas mapuches como Elicura Chihuailaf y Liliana Ancalao, dos autores centrales de la poesía mapuche ¿por qué decidiste trabajar con sus poemas?
En el año 2009 comencé a investigar para la tesis de doctorado, dirigida por Laura Pollastri, sobre poesía y narrativa breve escrita en Patagonia argentina. Entre las obras que comencé a reunir, había dos poemarios de Liliana Ancalao, poeta mapuche que reside en Comodoro Rivadavia. Fue su poesía la puerta de entrada para la poesía escrita por poetas mapuche, una producción sumamente potente, profunda, bella, heterogénea y que considero muy importante en el ámbito de la literatura latinoamericana que es mi campo, digamos, de especialidad. De algún modo, las poetas mapuche actuales dan cuenta de una poesía que nos permite ver cómo las problemáticas respecto de las lenguas maternas, que no son el castellano, las complejas decisiones identitarias, las heridas actuales que devienen directamente de los procesos de occidentalización están aún presentes en nuestros pueblos. En buena medida esta poesía supone un sitio de la memoria, que se da en las palabras, un lugar en el que se dice o se muestra y aparece aquello que otros discursos no pueden o no quieren decir. No todas las y los poetas mapuche coinciden en sus decisiones estético políticas, y eso lo hace todavía más interesante. Hay propuestas que no necesariamente ‘exhiben’ ninguna de esas problemáticas, por ejemplo.
¿Podés recomendarnos obras y poetas mapuches?
Les puedo mencionar nombres como los de Liliana Ancalao, Viviana Ayilef, Wenuan Escalona, Roxana Miranda Rupailaf, Cristian Aurelio Antillanca, Leonel Lienlaf, Jaime Huenún, entre muchos otras y otros poetas. Hay un sitio web, Escritores indígenas, que tiene las voces de muchos poetas que podría nombrar.