Es ilustradora y dibujante. Cuando tenía apenas cinco años, su bisabuela Tati le enseñó a pintar en una habitación de su casa llena de óleos y lienzos; allí comenzó a familiarizarse con el olor a trementina y se enamoró perdidamente de los frascos con plumines, tintas y pinceles. Sus ilustraciones son cálidas e intimistas y están construidas a partir de ciertos detalles: las miradas de los personajes, la recurrencia de elementos como las tazas o los pájaros y los tonos rojizos, ocres y turquesas. Dice que dibujar la ayuda a pensar con más claridad y a aferrarse más al mundo, con todos sus matices

¿Siempre te gustó dibujar?
Los primeros recuerdos dibujando tienen lugar en la casa de mi bisabuela Tati, que era una de mis personas favoritas en el mundo. Tati era pintora y poeta y nos dejaba entrar a curiosear con mis hermanas en esa habitación de su casa donde pintaba. Ahí me familiaricé con el olor a óleo y a trementina, y estaba enamorada de esos frascos llenos de plumines, tintas, lápices y toda clase de pinceles. En aquella época tenía la costumbre de humanizar con ojitos, nariz, boca y sombrero a todo lo que se me cruzara por el camino. También amaba fabricarme mis propias muñecas de papel, cuyas vestimentas y hogares dibujaba con lujo de detalles.
En relación al dibujo, siempre cuento una anécdota que tiene que ver con mis ojos miopes. Por alguna razón siempre tuve la certeza de que haber sido miope tuvo muchísimo que ver con mi forma de relacionarme con el mundo y, más específicamente, con mi forma de dibujar. Nací con una miopía muy alta que me acompañó como una nube silenciosa hasta que mi maestra de primer grado la descubrió, y terminé con unos lindos y grandes anteojos. Hasta ese momento, las cosas sólo las veía nítidamente cuando las acercaba a unos pocos centímetros de mi vista. Mis ojos comenzaban a recorrer los objetos siempre por algún detalle minúsculo en el que me detenía mirando muy, muy de cerca. Era como entablar una conversación por primera vez con alguien y que te contara su secreto más íntimo.
El mundo cotidiano se hacía presente a través de esos detalles ínfimos, que lo encantaban y lo transformaban en algo fascinante. Y esas particularidades son las que comencé a dibujar desde chica: las tramas de la tela de un vestido antes que el vestido, una cara que comienza por los agujeros de su nariz o por el brillo de su pupila. Creo que hasta hoy mis dibujos muestran, de una u otra forma, esa pasión por lo minúsculo, por eso casi escondido que no se ve a simple vista. Aquello que te obliga a acercarte para darse a conocer y revelarte algo, probablemente, gigante. De ahí a esta parte, siempre me apasionaron las miniaturas, las lupas, los dibujos en pequeñas escalas. Hace un tiempo me aboqué a ilustrar libros miniatura, hechos a mano, con grandes historias relatadas en hojas mucho más pequeñas que un saquito de té.

¿Desde chica sabías que querías ser ilustradora?
Pasé por muchas profesiones predilectas en mi infancia, desde detective secreta, maestra, hasta periodista porque me fascinaba hacer preguntas. Era tan tímida al momento de agarrar el lápiz adelante de otras personas, dibujar era algo tan mío y a solas que hasta la adolescencia nunca se me pasó por la cabeza que podía animarme a ser dibujante y mucho menos ilustradora cuando fuera grande. De chica me imaginaba más escribiendo que dibujando, por alguna razón me tenía más confianza con las letras. Igualmente, siempre atraída por los libros y amando dibujar, pensaba en la suerte que tenían las personas que se dedicaban a ilustrar esas increíbles historias que leía en los libros.

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¿Cómo llegaste a dedicarte a la ilustración de libros?
Desde que tengo memoria amé los libros ilustrados. Y, cómo te contaba, ilustrar libros era un oficio que me parecía casi soñado y un poco fuera de mi alcance. Mis dibujos eran algo muy mío que me atrevía a mostrar sólo a un círculo muy pequeño de personas, familiares y amigos, quienes, de a poco, me alentaron a sacarlos del cascarón. No tenía la menor idea de cómo presentar un proyecto a una editorial: intenté en un par de ocasiones enviar e-mails presentándome con algunos dibujos, pero no tuve éxito. Hasta que un día encontré una página web que se llama Ilustradores Argentinos, que alberga gratuitamente a una inmensa cantidad de ilustradores y sus trabajos, dándoles la posibilidad de darse a conocer.
Desconocía que esa página funcionaba como fuente de consulta de muchas editoriales en búsqueda de nuevos ilustradores, y a través de ella un día me contactaron por e-mail para ilustrar el primer libro de mi vida. Un libro hermosamente escrito por María Gabriela Belziti y editado por Del Naranjo, donde el personaje principal era un niño llamado Ulises. Todo fue nuevo para mí con ese libro: desde armar un presupuesto para el rubro editorial, hasta comenzar a utilizar profesionalmente el dibujo digital. Es indescriptible la emoción que sentí al tener ese libro en mis manos y de hacerle un lugarcito en mi biblioteca de libros ilustrados. Yo creo que ese primer libro, que era pequeño y tenía poquitas ilustraciones, representó una puerta para los otros que vinieron más adelante: fue el que me dio coraje para comenzar a definirme como ilustradora y dibujante.
Adoro de este trabajo los desafíos que aparecen con cada nuevo libro. Actualmente estoy súper entusiasmada trabajando en proyectos de una editorial emergente, Ediciones Rumiantes, que se abocará a los libros inclusivos, dispuestos a tratar temas complejos como lo es el de la adopción, por ejemplo, y desde una perspectiva que me parece maravillosa y fascinante de ilustrar.

¿Cómo definís a tu trabajo?
Creo que la esencia del trabajo del ilustrador es la reinterpretación y la transformación. El ilustrador debe tener la capacidad de transformar conceptos, emociones, vivencias y relatos en imágenes. Esas imágenes que creamos siempre tienen el valor agregado de aportar nuevos sentidos al relato o concepto al que hacen referencia. La mirada personal del ilustrador, su cosmovisión, es lo que se suma al relato original. Los ilustradores somos intérpretes.

¿Dibujás en papel o en digital?
Lo primero que hago cuando comienzo un proyecto es mirar ilustraciones y materiales que me inspiren. Saco unos cuantos libros de mi biblioteca, prendo la compu y preparo los textos a ilustrar, dejo papel y lápiz a mano para escribir apuntes, ideas, y empieza el trabajo al que yo llamo invisible. Es un momento en el que no dibujo demasiado, poco y nada, pero el trabajo intelectual es muy intenso. Una vez ordenado ese torbellino de ideas, suelo agarrar un portaminas y un papel, y empiezo a bocetar. Al principio de manera muy suelta para luego  pasarlo en limpio delineando mi dibujo con algún estilógrafo sobre el lápiz.
Cuando me abruma la hoja en blanco, elijo un color para pintar el fondo: ese color me tiende una mano cuando me encuentro bloqueada al comenzar un dibujo. Algunas veces armo las composiciones iniciales con un collage de fotos, que me sirve para imaginarme el espacio y para terminar de definir la idea. Mis materiales favoritos para trabajar son los acrílicos, los lápices, las acuarelas y las tintas, solos o combinados entre sí.
Cuando trabajo digitalmente utilizo herramientas similares en la computadora. Siempre fui una chica muy analógica, pero hace unos años comencé a incursionar en la ilustración digital y encontré herramientas que se asemejan bastante a mis materiales preferidos y que me permiten dar un acabado casi como si estuviera trabajando sobre el papel o el lienzo. Hoy gran parte de mis trabajos para editoriales son enteramente digitales, aunque siempre procuro que tengan la impronta y la textura de mis dibujos realizados a mano.

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¿Cómo es esa impronta?
Creo que el estilo varía según el proyecto, no me gusta concebirlo como algo estático. Pero si tuviera que encontrar un hilo conductor que atraviese la mayoría de mis ilustraciones, diría que sobre todo es intimista y cálido, y que ese clima se construye a partir de ciertos detalles: las miradas de los personajes, la recurrencia de elementos como las tazas o los pájaros, por ejemplo, que yo relaciono con momentos íntimos, de recogimiento o de revelación. Suelo usar además una paleta de color característica, en la que  abundan los rojos, los ocres y los turquesas.

¿Cómo te imaginás a futuro? ¿Te ves haciendo este trabajo el resto de la vida o imaginás otro tipo de proyectos?
Me imagino dibujando y pintando toda la vida. Son mis canales de expresión predilectos: me inquietan, me asombran, por momentos me incomodan y por momentos me relajan. También me imagino escribiendo e ilustrando mis propias historias. Pero como soy una "buscadora perpetua”, no me imagino sólo ilustrando libros, en el sentido formal. Sé que mis ilustraciones muchas veces piden cruzar el margen de la hoja y adquirir otras formas. Me encantaría volver  dar movimiento a mis dibujos, animarlos, con todo lo que eso implica. Y seguir buscando y abriendo puertas. En unos años les cuento.

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